viernes, 26 de julio de 2013

Incontables peligros

Natalia Ginzburg describe así su oficio como escritora: «Normalmente, no da mucho dinero, es más, para vivir siempre hay que hacer otro trabajo al mismo tiempo. A veces también da un poco: y tener dinero gracias a él es una cosa muy dulce, como recibir dinero y regalos del ser amado. Así es mi oficio. No sé mucho, digo, sobre el valor de los resultados que me ha dado y que podrá darme, o mejor dicho, de los resultados obtenidos conozco el valor relativo, aunque no el absoluto. Cuando escribo algo, suelo pensar que es muy importante y que yo soy una gran escritora. Creo que a todos les ocurre igual. Pero hay un rinconcito de mi alma donde sé muy bien, y siempre, lo que soy, es decir, una escritora pequeña, muy pequeña. Juro que lo sé. Pero no me importa mucho. Sólo que no quiero pensar en nombres; he comprobado que si me pregunto “¿una pequeña escritora como quién?”, me entristece pensar en nombres de otros pequeños escritores. Prefiero creer que nadie ha sido nunca como yo, por pequeña escritora que o sea, aunque como escritora sea una pulga o un mosquito. Lo que sí es importante, en cambio, es tener la convicción de que es justamente un oficio, una profesión, algo que se hará toda la vida. Pero, como oficio, no es broma. Existen incontables peligros (…). Estamos continuamente amenazados por graves peligros en el mismo instante de redactar nuestra página. Existe el peligro de ponerse de repente a coquetear y a cantar. Yo siempre tengo unas ganas locas de ponerme a cantar, debo contenerme mucho para no hacerlo. Y está el peligro de estafar con palabras que no existen de veras en nosotros, que hemos encontrado por casualidad fuera de nosotros y que reunimos con destreza porque hemos llegado a ser bastante listos. Está el peligro de pasarnos de listos y estafar. Es un oficio bastante difícil, como veis, pero es el más bonito del mundo. Los días y los asuntos de nuestra vida, los días y los asuntos de la vida de los demás a los que asistimos, lecturas e imágenes y pensamientos y conversaciones lo alimentan y crece en nuestro interior. Es un oficio que se nutre también de cosas horribles, se come lo mejor y lo peor de nuestra vida, en su sangre fluyen tanto nuestros sentimientos malos como los buenos. Se alimenta y crece en nuestro interior».

Natalia Ginzburg. «Mi oficio», Las pequeñas virtudes (Le piccole virtú, 1962, 1983). Barcelona: El Acantilado, 2002; 164 pp.; trad. de Celia Filipetto; ISBN: 84-95359-66-9.