Los litigantes, de John Grisham, no aporta nada nuevo a quien ha leído otras novelas del autor pero algunos de sus entusiastas la han calificado de gran comeback. La razón es que se centra por completo en el mundo que Grisham mejor conoce y usa el hilo argumental que tan buenos resultados le ha dado siempre: un joven abogado que hace lo que cree correcto y, entonces, a la vez que su vida familiar mejora, triunfa en su trabajo.
Chicago. David Zinc, joven prometedor que trabaja desde hace cinco años en el inmenso y poderoso bufete de Rogan Rothberg, se siente mal un día, cuando está entrando en el edificio. Así que, en vez de seguir su rutina, huye a un bar cercano donde se emborracha, lo que al fin le conduce, inesperadamente, al miserable bufete de Finley & Figgs. Después de pensarlo, ya sobrio, decide unirse a los dos socios, un tanto colgados, y, así, termina en medio de una demanda imprudente que habían presentado contra una gran empresa farmacéutica. Además, otros casos que van llegándole le proporcionan la satisfacción de poder defender a quienes más lo necesitan.
Todo está bien contado. Hay buenas descripciones de algunos personajes patéticos, momentos de tensión conseguidos, y escenas emocionales bienintencionadas menos logradas. Al paso, quedan retratados aspectos críticos de la vida social norteamericana: la gran cantidad de gente que cree «que todos los problemas y misterios de la vida pueden solucionarse con unas pocas sesiones de terapia»; la forma de actuar de abogados varias veces divorciados que actúan como grandes expertos en crisis matrimoniales; o, al presentar las actuaciones de quienes trafican en los pasillos del Congreso y del Senado, el narrador introduce un paréntesis donde se pregunta «¿hay alguna otra democracia que tenga una lista de lobistas?».
En particular está bien cómo, en el interior del juicio principal acerca de la bondad o maldad de un medicamento, hay unas cuantas páginas que, sin ser relevantes para el desenlace, son una poderosa denuncia de la forma de actuar de algunas grandes farmacéuticas. En concreto, a lo largo del interrogatorio al vicepresidente de la empresa demandada, se detalla cómo actúan al realizar las pruebas preliminares de algunos medicamentos. Estas nunca tienen lugar en los EE.UU. sino que se llevan a países como Nicaragua, Mongolia, Kenia, etc., donde las compañías no temen las demandas y donde pueden, a cambio de poco dinero, tratar a seres humanos como cobayas: la parte más seria del interrogatorio se centra en una píldora abortiva, probada en chicas menores de catorce años con el resultado de once muertes.
John Grisham. Los litigantes (The Litigators, 2011). Barcelona: Plaza Janés, 2012; 494 pp.; trad. de Fernando Garí Puig; ISBN: 978-84-01-35356-7.